Hemos comentado ya varias veces que unos de los mayores problemas de las personas de avanzada edad es el sedentarismo. La inactividad física puede provocar un aumento de la obesidad y la aparición de diferentes tipos de enfermedades como las cardiovasculares, la hipertensión arterial, la diabetes o la osteoporosis. Hoy hablaremos sobre la importancia que tiene la actividad física en las personas de la tercera edad.
Más del 50% de los ancianos dicen estar acostumbrados a pasar la mayor parte del día sentados o acostados. Este es un dato realmente alarmante, ya que la mejor forma de mantenerse en un buen estado de salud es estar el menor tiempo parado. Podemos decir que el principal culpable de la decadencia física que se observa en personas de edad avanzada es la falta casi absoluta de ejercicio. Nuestro cuerpo necesita movimiento para estar en forma porque si no, los músculos se atrofian y las articulaciones terminan anquilosándose, impidiendo su normal funcionamiento.
La actividad física constituye uno de los pilares básicos para conseguir un envejecimiento saludable, pero ha de practicarse de forma regular, constante y moderada. Nunca se debe forzar el cuerpo porque entonces es cuando vienen los problemas. Cada anciano debe llevar su ritmo y no seguir el de los demás, porque cada persona es diferente. Está claro que no llegará igual a la vejez, aquel que ha practicado deporte toda su vida, que el que no lo ha hecho nunca.
La mayor parte de las residencias geriátricas son conscientes de la importancia que tiene la actividad física en las personas mayores, por ello cuenta en sus instalaciones con pequeños gimnasios y salas de fisioterapia, dotados con los equipos necesarios para que los residentes puedan practicar diferentes tipos ejercicios para mantener o mejorar su estado de forma. Para conseguirlo, después de una valoración médica inicial, se diseñan tablas de ejercicios específicas para cada residente, dependiendo de su estado de salud. En todo momento se realiza un seguimiento a cada uno, con el objetivo de medir los beneficios del ejercicio activo.
A la hora de valorar cuáles son los ejercicios más apropiados, podemos decir que existen 4 tipos de ejercicios que se suelen indicar para personas de la tercera edad:
- Ejercicios aeróbicos: son los más recomendados para mejorar la función cardiovascular, disminuir la tensión arterial o reducir el nivel de glucosa y colesterol. Son los que realizamos al caminar o andar en bicicleta. Entre 20 minutos y una hora, unas 5 veces por semana, sería lo aconsejable.
- Ejercicios de equilibrio: apropiados sobre todo para aquellos ancianos que tengan problemas para andar y mantenerse de pie de forma estable. Consisten en ejercicios de mantenimiento de la posición y de precisión al movernos, como caminar siguiendo una línea recta, caminar con un pie seguido del otro, subir o bajar escaleras lentamente o caminar de puntillas. El tiempo que se debería dedicar a este tipo de ejercicios sería de una media hora o poco más, unas 3 veces por semana.
- Ejercicios de flexibilidad: a través de estiramientos, tanto activos como pasivos, se busca aumentar la flexibilidad de los ligamentos y de los músculos, mejorando la movilidad de las articulaciones. Lo recomendable serían sesiones de unos 30 minutos, más de 2 veces por semana y aumentando gradualmente su intensidad.
- Ejercicios de resistencia: Son ejercicios de musculación suaves como el levantamiento de pesos leves o moderados. Con ellos se persigue aumentar la fuerza muscular, mejorar el equilibrio y disminuir la fragilidad. Deben realizarse con una regularidad de 2 o 3 veces por semana y tienen que ser específicos para cada persona.
Son muchos los beneficios que la práctica de ejercicio puede aportar a nuestros mayores. En las residencias para la tercera edad son conscientes que permite mejorar la capacidad física, mental e intelectual de la persona, y contribuir de forma clara y definitiva a reducir la posibilidad de desarrollo de diferentes enfermedades.